16 de enero de 2017
Empiezo escribiendo, por fin...
no se porqué, solo respondo ante la necesidad de decir, que pienso
mucho en matarme, pero a la vez me da miedo.
Sé que son cosas que uno no
debe decir, porque no te toman en serio o simplemente quedas como una
depresiva boluda que no sabe que hacer con su vida, que dicho sea de
paso, lo soy. Pero eso es otro tema o no... puede ser el mismo.
El que no sé que hacer con mi
vida es un tema recurrente en mi mente. Pero no soporto vivir con
las perspectivas que tengo ahora. Pronto mi hermano se viene a vivir
acá al lado y no nos llevamos bien. Piensan vender la casa en la que
vivo y dividir la plata. Yo no tengo trabajo y siento que va a ser
muy difícil encontrar algo para hacer, ya que me canso rápido y me
saturo con facilidad. Mi cabeza depende de unas pastillas que tengo
que tomar religiosamente, sino no se sabe que puede pasar conmigo. Ya
he vivido un montón de situaciones dentro de un infierno que creé
especialmente para mi, con mis peores miedos y culpas. Gracias a las
pastillas esos infiernos desaparecieron, pero me quedé en el limbo
de las emociones, sintiendo angustia, desazón y miseria. Se
enlentecieron mis pensamientos, mi memoria, mi lenguaje, mis
movimientos. Se me enfrío el cuerpo y el alma, sintiéndome desnuda
con mis fantasmas mas perversos.
Parece ser que soy bipolar,
o al menos eso me
diagnosticaron, gracias a un ataque psicótico que tuve. Pero yo
presumo que todo empezó mucho antes de eso. Pudo ser la marihuana,
no lo sé con certeza, pero leí que si alguien tiene tendencia a
enfermedades psiquiátricas y fuma mucho, la marihuana termina
despertando lo que está dormido. Lo que sé con certeza es que antes
de sentir que se terminaba el mundo, pude experimentar una sensación
de total desapego con todo y una amalgama de felicidad con una
tristeza profunda, algo tan extraño que es difícil de explicar. Lo
que recuerdo es que meses anteriores, sentí una conexión con la
naturaleza, con la música, con las personas, pensaba que todo era
sincronía, que todo pasaba por algo y que todo era perfecto, a pesar
de que me sentía sola y que la compañía que encontraba en su
momento era momentánea. Cambié mis hábitos, renuncié a mi
trabajo, dejé a mi novio, me fui a vivir a la playa, dejé de beber
alcohol, dejé el cigarrillo, empecé a correr, a tocar la flauta, a
cantar... Pero todo era una ilusión, fumaba marihuana casi todos los
días, sentía mucha ansiedad y creía que fumando me hacía bien y
controlaba esa sensación. Experimenté con hongos un par de veces,
lo que me hizo sentir mas conectada aún, porque en el delirio del
viaje, sentí que el universo me abrazaba y que todos éramos
hermanos, encontrándonos por un motivo común. A partir de ahí
pensaba que todo el que me encontrara tenía que ver con ese
propósito, que no tenía bien en claro cual era. Hay muchas personas
que tienen esas creencias, yo me sentía feliz en ese momento, libre.
Me fui moviendo por la costa trabajando en hostels y en casas de
hospedaje por la estadía, no encontrando donde trabajar, pero
siempre con la seguridad de que algo iba a surgir, que me iba a unir
a una comunidad y que ahí tendría un propósito común. Pero no, lo
que ocurrió es que comencé a tener delirios, con ángeles caídos
en la tierra, conviviendo entre nosotros, que nosotros mismos eramos
ángeles teniendo que pasar por un montón de pruebas para poder
volver a ascender, cuando el fin llegara. Que Cristo nos odiaba
porque nos dejó en esta tierra pasando necesidades, hambre, frío,
dolor, que teníamos muchas cosas por las cuales pagar.
Cuando
pensé que el fin llegaba estaba caminando yendo para una casa
comunitaria que iba a ayudar a construir en barro, pero me encontré
con la persona que organizaba los encuentros, y me dio una
electricidad cuando la salude, ella siguió su camino y yo me desvié
hacia un camino de tierra en dirección contraria a la que iba y
empecé a caminar sin rumbo. sentí calor y me saqué el chaleco que
traía, sentí que no lo iba a necesitar mas y lo deje a un lado del
camino junto con la flauta que llevaba en la mano. Me molestaba
llevar esa carga. Vi los arboles moverse como si se comunicaran
conmigo al pasar, unos caballos estaban pastando, uno de ellos tenia
la pata rota, y sentí una tristeza tan profunda, que imaginé como
sacrificaban a ese caballo por su pata herida, y me sentí ese
caballo. Seguí caminando con una sensación de levedad y tristeza a
la vez, como con nostalgia de quien se aleja de todo y caminé hasta
una ruta. Ahí me acordé de mis hermanos, sentía ganas de viajar a
Brasil, también a la vez sentía que tenia que volver a Montevideo,
pero los autos pasaban por la ruta como para Brasil, también los
ómnibus para Montevideo, y entre esa contradicción surgió una
idea, que eramos energía, que la energía no se perdía, que la
energía era eterna y que si yo moría seguiría existiendo, en otras
formas, en otro plano, el cielo me esperaba, no sabía como llegar a
él, había caminado mucho, tal vez me vendrían a buscar los
ángeles, pero tal vez solo tenía que cambiar de forma, y me lancé
frente a un camión. El camión me esquivó pero llamaron a la
policía. La policía me encontró en la ruta caminando, seguí con
mi delirio de que era el fin del mundo y los policias eran una
especie de guardianes de la puerta del paraíso, que porque me había
tratado de suicidar estaba con ellos, pero que estaban decidiendo que
hacer conmigo. Llamaron a mi familia, y me vinieron a buscar. Esa
misma tarde llegaron, me llevaron a juntar mis cosas de la posada y
me llevaron en el primer ómnibus a Montevideo. En el viaje sentí
que me moría, que el corazón lentamente dejaba de latir junto con
mi respiración y que así debía ser, pero que por algún motivo no
moría, había algo que me retenía a la Tierra, se iba a terminar el
mundo y yo me estaba quedando atrás. Pero tenía que haber algún
plan para eso, mi familia también se quedaba en la Tierra, tal vez
teníamos que luchar juntos la guerra que se avecinaba.
Llegamos
a Montevideo como quien pierde una prueba, era muy tarde ya entrada
la madrugada y me tendieron una cama, yo no podía dormir con
pensamientos de huir y de cosas que realmente no recuerdo ahora. A la
mañana prendieron la tele y el programa que pasaban me hablaba
directamente, eso sentía yo, tenía que hacer lo que la tele me
decía de alguna manera, el programa de cocina me decía que tenía
que cocinar unos huevos, tal vez los tendría que comer antes de irme
de este mundo, los ruidos de los coches de afuera me llamaban la
atención, podría quizás tirarme adelante de alguno. El celular de
mi hermano era una amenaza, me sentía como secuestrada, y lo deje en
la ventana (obviamente no demoraron en robarlo). Mi hermano
enloqueció cuando se enteró de que le saqué el celular y junto con
mi otro hermano al ver que yo no me podía controlar, me internaron
en un hospital psiquiátrico. Yo seguía con mi delirio, el hospital
psiquiátrico para mi era otra entrada al paraíso para las personas
que tenían fallas y tenían que sanar antes de irse. No me acuerdo
mucho del después. Sé que me internaron y estuve en emergencia un
par de días antes de que me pasaran a sala, seguía hablando con los
internos como si fueran una parte de mí que tenía que solucionar.
Pasó
en un hospital psiquiátrico público, una eternidad para mí. Me
llenaron a medicación, que hasta el día de hoy no sé porque me
daban tantas pastillas, pero cuando me dieron de alta quince días
después me las sacaron todas, menos la Risperidona que me recetaron
media pastilla en la noche. Dosis que no fue suficiente ya que a los
pocos días volví con los delirios, esta vez en mi casa, la tele me
hablaba y volvía a ser el fin del mundo... volví a irme caminando y
deje tirado mi morral con mi celular, las llaves y una campera en
plena calle, que un señor la encontró y se la devolvió a mi
familia. Bueno lo que viví esos días fue un infierno, varias ideas
delirantes, fin del mundo, que de alguna manera era observada y
juzgada por las cosas que hacía, que podía saber si la gente, según
como gesticulaba decía la verdad o mentía, que me absorbían la
energía, fantasmas en mi habitación que se sentaban a los pies de
mi cama, que tenía que actuar de cierta forma, que no tenía que
contarle a nadie lo que me estaba pasando. En fin difícil de
explicar todo lo que viví esos días, hasta que tuve una entrevista
con otra psiquiatra y me aumentaron la medicación a una pastilla a
la noche. Con eso bastó para que cesaran todos esos delirios.
Ahora
no deliro, pero tampoco siento conexión con nada. Dejé de creer en
las sincronías, en los ángeles, en los fantasmas y en Dios y lo
escribo con mayúscula por que extraño No sé que pensar, comparto
mi experiencia, tal vez a alguien le sirva...